Las Tunas.- Por estos días de octubre de 1963, en la parte oriental de Cuba había un solo tema de conversación, las intensas lluvias, los fuertes vientos y las severas inundaciones asociadas al ciclón Flora, que azotó a esta región y dejó tras de sí múltiples destrozos.
Desde entonces han transcurrido 61 años, pero la historia recoge el sentir de los testigos, quienes describieron la larga agonía de los residentes en la zona, donde el fenómeno meteorológico causó la muerte de unas dos mil personas y miles de animales.
Flora azotó al país entre el tres y el ocho de octubre de 1963 y los ecos de aquellos días de angustia y dolor todavía reverberan en las historias de los mayores, mientras que las nuevas generaciones han sido impactadas por las imágenes fílmicas que documentan la magnitud del desastre.
Fue la segunda mayor catástrofe en relación con la pérdida de vidas y la naturaleza desató su fuerza, al registrar vientos con velocidades de 200 kilómetros por hora, cuando el ciclón hizo un lazo sobre las actuales provincias de Las Tunas, Granma, Holguín y Camagüey.
Hubo serios perjuicios en las carreteras y construcciones. Además, la agricultura y la ganadería, pilares de la economía cubana en esa época, sufrieron serias afectaciones, provocando una crisis que se extendió más allá del desastre inmediato.
Como ocurrió siempre, el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, llegó a la zona, dio indicaciones y ayudó a salvar vidas. Se le vio a bordo de un vehículo anfibio con el rostro preocupado y dispuesto a no marcharse hasta que cesaran los vientos y la lluvia. Su presencia fue un faro de esperanza en un momento de crisis.
Luego el ciclón Flora fue una victoria con visión para el futuro. Se tomó la decisión clave de construir embalses para acumular agua y evitar inundaciones en zonas bajas, garantizando la seguridad de todas las personas y dando inicio a la gestión de recursos hídricos en Cuba, un legado que aún perdura.
Hace 61 años el país se estremeció por el paso de Flora. Después llegaron otros ciclones que también destruyeron carreteras, líneas férreas, sembrados y construcciones. Y aunque en algún que otro fenómeno se reportaron fallecimientos de personas, jamás se repitió la triste historia de octubre de 1963.
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