Algunos años después de haberse graduado como técnico de nivel medio en Veterinaria, dentro de una instalación para la cría de cerdos, Mariano Corría Vargas ratifica su convicción de que seleccionó la profesión adecuada, la que siempre quiso, la que le quita el sueño cuando un animal está enfermo.
Él nació en Guamo, provincia de Granma, y desde muy pequeño su origen campesino le atrapó todas sus aspiraciones, porque su familia le trasmitió el amor por el campo más allá de los genes, en las aspiraciones personales de cara al futuro.
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Desde que estudiaba siempre anheló trabajar en un lugar adecuado, sustentado en el amor que siente por los animales, y por eso ha encontrado en la unidad empresarial de base Las Catalinas, de la Empresa Nacional de Protección de la Flora y la Fauna en Las Tunas, a ese sitio deseado, donde todos los trabajadores sienten un cariño especial por los cerdos, vacunos, las gallinas, los carneros, los conejos, los gallos.
“Aquí hay pasión por los animales, eso te lo puedo asegurar”, dice y se detiene frente a un grupo de cerdos que lo miran con curiosidad, como si esperaran que le diera comida. Pero no. Junto al responsable de la pequeña unidad, agarra uno y otro cerdito y lo examina, lo vacuna en medio de chillidos que amenazan a los tímpanos.
“Yo soy el veterinario pero en Las Catalinas todos cuidan a los animales. Por eso me siento tan bien aquí. Y lo otro, si no hay salud animal no hay producción de carne, leche o huevos, y por eso el servicio veterinario es insustituible”.
De las palabras de Mariano se infiere que la veterinaria es todo para el desarrollo pecuario. Y como él asegura, hay que seguir formando a especialistas en esa rama porque Cuba mantiene su paso hacia el desarrollo y la veterinaria es imprescindible para ello.
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