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Carta de despedida del Che Guevara, llamamiento al internacionalismo

La frase Hasta la victoria siempre, escrita por el Comandante Ernesto Che Guevara en la carta de despedida del pueblo cubano, es una sentencia que ha trascendido el tiempo y es asumida no solo por los habitantes de la Isla, sino por los pueblos decididos a luchar por sus derechos.

Se conoció por primera vez cuando el líder de la Revolución Cubana Fidel Castro la leyó al fundarse el Comité Central del Partido Comunista de Cuba, el 3 de octubre de 1965, al notarse la ausencia del Che en la máxima dirección política del país, porque al decir de Fidel el Che «posee todos los méritos y todas las virtudes necesarias en el grado más alto para pertenecer a él», hecho que dio a conocer la salida del guerrillero cubano-argentino hacia África en abril de ese propio año.

Carta de despedida del Che Guevara, llamamiento al internacionalismo
Fascímil de la carta del Che Guevara.

Con el pecho apretado, los presentes escucharon la carta en la cual Guevara rompía voluntariamente y con mucho pesar sus obligaciones formales con la Revolución Cubana:  «Hago formal renuncia de mis cargos en la Dirección del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, solo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos».

El Guerrillero heroico dejaba así su clara decisión de continuar la lucha contra el imperialismo y contribuir a la liberación de otros pueblos. «Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos».

El 8 de octubre de 1967 sería capturado y posteriormente asesinado en La Higuera, Bolivia, cuando intentaba fomentar un movimiento de liberación en ese país.

Desde entonces, su ejemplo inspira a miles de jóvenes cubanos en el empeño de ayudar solidariamente con su inteligencia y talento en cualquier lugar del universo donde sean convocados.

En video

La Carta del Che:

La Habana, “Año de la Agricultura” 

Fidel:

Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos. Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.

Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la Revolución Cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo que ya es mío.

Hago formal renuncia de mis cargos en la dirección del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de Cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos.

Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario. Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en tí desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente claridad tus cualidades de conductor y de revolucionario. He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.

Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.

Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y de dolor, aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos… y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo donde quiera que esté, esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.

Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para tí. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución y lo sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario Cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.

Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas.

Hasta la victoria siempre. ¡Patria o Muerte!

Te abraza con todo fervor revolucionario

Che

/mdn/

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