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Antonio Álvarez: 100 años y sigo trabajando

Las Tunas.- Suelen ser las personas más sencillas las que dan, generalmente, las mayores lecciones de vida. Y cuando se le pregunta al campesino tunero, Antonio Álvarez Soriano, cuál es su secreto para llegar a los 100 años con un cuerpo ágil y la mente lúcida, responde sin dudar, que su mayor virtud es el trabajo.

Nació el 3 de mayo de 1919, en la comunidad de Becerra, pero desde antes del triunfo de la Revolución llegó a San José, en las cercanías de esta ciudad, para trabajar en la finca, tierras que tras la Reforma agraria pasaron a su propiedad y desde entonces radica allí.

«El dueño me trajo para acá porque ya no podía trabajar la tierra. Nada más que había cuatro casas cuando yo me mudé para aquí. No había hospitales, no había carreteras, no había hoteles. Al único que la ley de reforma agraria le entregó tierras fue a mí, aquí en San José».

Aficionado a la música campesina, durante su juventud tocó varios instrumentos tradicionales y recorría los poblados de guateque en guateque.

«Ya no, porque estoy hecho un penco. Pero me gusta oír a los poetas. Nosotros oímos el programa campesino todos los domingos, mi esposa Amalia y yo».

Padre de ocho hijos, seis hembras y dos varones, la mayoría de su descendencia vive en los alrededores de la casa de Antonio y se apoyan mutuamente. «Gracias a Dios todos estamos vivos».

Aunque ya no tiene los bríos de antaño, todos los días dedica varias horas a su estancia y a ello atribuye su larga longevidad.

«Yo me siento bien porque yo trabajo y mientas más trabajo, más idea me da de trabajar. Mientras tanto esté vivo creo que yo puedo seguir trabajando. Yo no puedo estar sentado todo el día aquí. ¿Para qué? No, a mí me gusta el trabajo».

De sus tiempos juveniles, recuerda los años dedicados a las obras de choque de la agricultura, y guarda con celo la distinción 60 aniversario del congreso campesino en armas, la Orden Niceto Pérez y la medalla 28 de septiembre de los CDR, entre múltiples reconocimientos a su labor.

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«Nada más hay que ver cuántas medallas tengo yo de las emulaciones, cortando caña y deshierbando. Y los gallardetes son los más importantes, porque para ganárselos había que ser un campeón con la mocha en la mano, mejor dicho con el machete, porque yo cortaba caña con machete. Así me gané los gallardetes de Girón y de la zafra del 70».

Siempre dispuesto a ayudar a sus vecinos, y con un carácter dispuesto a la risa y el buen humor, es una de las personas más queridas de la comunidad.

«Yo creo que sí, que todo el mundo me quiere (risas) porque no me meto con nadie. Vienen aquí a buscar leña y si vienen a buscar viandas para la fiesta del CDR también se las doy. Todo el mundo me llama y yo no le hago mal a nadie».

Antonio Álvarez Soriano es fundador de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, ANAP y un ejemplo a seguir para las nuevas generaciones de campesinos.

«Yo trabajo todos los días y no me siento mal. Lo que pasa que como ya estoy viejo no puedo trabajar con el hacha en los montes como antes. En la estancia sí trabajo todos los días. Tengo sembrado melones, que se están acabando. Hay ají, piña, yuca, bonito, maní. Y eso que no llueve, si lloviera tuviéramos bastante para comer».

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