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Síndrome del cuidador: la enfermedad de Alzheimer más allá del enfermo

La enfermedad de Alzheimer va más allá del progresivo deterioro cognitivo y funcional de los enfermos, pues provoca en no pocos casos grandes afectaciones en sus cuidadores. El síndrome del cuidador incluye el agotamiento físico, emocional y mental, que ocurre en aquellas personas que se encargan de las actividades que el enfermo ya no puede realizar.

El rol del cuidador no es eliminar la causa de la enfermedad, sino controlar y delimitar los procesos secundarios y mejorar la calidad de vida del enfermo y su familia. Sin embargo, a medida que los pacientes se hacen más dependientes, recae una mayor responsabilidad sobre el cuidador, el cual está expuesto a un alto riesgo de enfermedades físicas y psicológicas.

Entre las primeras manifestaciones se encuentran: el cansancio, la dificultad de concentración, la pérdida de apetito, la ansiedad y el dolor de cabeza. Posteriormente puede presentar irritabilidad, cambios frecuentes de humor o la apatía constante, la frustración, la impotencia, la desesperanza o el resentimiento; que provocan gran tensión emocional con la que se producen o se agudizan el insomnio y la imposibilidad de relajarse.

En ocasiones cuando el cuidador es un familiar, aparece la negación de la enfermedad y su efecto sobre la persona que fue diagnosticada, lo que incrementa el estrés. La repercusión de la sobrecarga de trabajo trae consigo el enojo irracional hacia la persona con Alzheimer o la frustración porque ya no puede hacer cosas como antes.

El cuidador adopta la vida del enfermo como la suya y se produce el alejamiento social y ya no realiza actividades que solían hacerlo sentir bien. Aparecen o empeoran los problemas de salud que comienzan a tener un mayor costo mental y físico: la hipertensión arterial, la obesidad, el tabaquismo, el alcoholismo, la drogadicción y trastornos psiquiátricos, entre otros.

Los cuidadores además de buscar asesoramiento de los profesionales de la salud sobre los cuidados del paciente, deben ocuparse de sus propias enfermedades. Deben dedicarse tiempo para sí mismos y pasar tiempo con sus amigos y familiares, consumir alimentos nutritivos que le pueden ayudar a mantenerse saludables y activos por más tiempo, tomar momentos de descanso todos los días y ejercitarse tan a menudo como sea posible.

Pedir ayuda no significa que se es incapaz o ineficiente para cuidar del enfermo, sino necesario e inteligente, para mejorar el estado del paciente y preservar el del cuidador. Esto puede incluir solicitar auxilio a sus familiares y amigos, o comunicarse con los médicos para abordar necesidades adicionales de atención. Reunirse con otros cuidadores brinda la oportunidad de compartir historias e ideas útiles para perfeccionar las labores, y también puede ayudar a evitar la soledad.

Con apoyo, el cuidador puede tener una vida normal y responder de mejor manera a sus responsabilidades. La identificación precoz de las frecuentes repercusiones de tan humana tarea, permite la intervención oportuna para evitar que la enfermedad vaya más allá del enfermo.

Por: Dr. Julio Antonio Esquivel Tamayo.

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