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Domingo Urrutia: un azucarero incansable

La existencia de los seres humanos marca una historia que el recuerdo salva, especialmente cuando la nostalgia brota de lo más profundo.

El tiempo pasa y unos acontecimientos son sucedidos interminablemente por otros, y las personas protagonistas directos de algunos de ellos, los llevan a cuestas como parte de sus vidas, ya sea en lo físico o lo espiritual.

Esta historia es una de las miles similares, pero en este caso sobre un personaje singular que ya no está entre nosotros.

¿Quién era Domingo? ¿Qué representa para los azucareros?

Se trata de Domingo Urrutia, un incasable hombre que a pesar de los achaques propios de la edad y las dolencias de las enfermedades que lo aquejaban se mantuvo siempre alegre, dispuesto y voluntarioso.

Gran corazón y trabajador incansable que lo llevaron a convertirse en una leyenda viva del trabajo, por ello en 1973 el Consejo de Estado le confirió el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba.

A pesar de los años siempre mantuvo la fortaleza en su voz, y decía  sentirse como un roble y con deseos de demostrar que había que contar con él.

Es así como recuerdo a este hombre de  tez negra, pelo bien canoso, barba tenue, de antebrazos largos, afable, y de baja estatura.

Hijo ilustre del 20 de Manatí, decía siempre con orgullo, pero a los ocho años se fue a vivir al Nueve de Macagua, un lugar intrincado, de muchas lomas, y donde comenzó a laborar desde muy temprano, pues como era el mayor de los varones, a los 14 años tuvo que hacerse cargo de un pedacito de tierra, heredado de su padre.

Fue en esa zona donde conoció del trabajo en la caña, pues muchos haitianos se dedicaban a cortar la gramínea para el central Jobabo.

Ese fue el inicio en el sector azucarero de un hombre incansable, pues cuando llegaba el “tiempo muerto”, cogía un “jolongo” y se iba a recoger café en la Sierra Maestra.

Sus compañeros de aquella época decían que estaba “embrujao”, ya que nadie cortaba más caña que él.

Pero con el triunfo de la Revolución, Fidel acabó con el tiempo muerto, y Domingo pudo hacer todo lo que quería en los campos cañeros, fue así como en 1971, representó a Cuba en una competencia de macheteros en Jamaica, en la que el primer ministro lo declaró ganador, pues era capaz de cortar mil arrobas en una jornada.

Una vez le preguntaron cómo era eso posible, y él respondió que cuando estaba inspirado, no descansaba ni un minuto, fue así que  durante 15 años seguidos llegó a cortar más de 200 mil arrobas por zafra y en una ocasión hasta 300 mil.

Así se recuerda hoy cuando en el momento de su partida estaría cumpliendo 87 años al eterno machetero, que en sus 45 contiendas cortó cuatro millones de arrobas de caña.

Amigo de Fidel, pues por sus méritos fue invitado al Segundo y Tercer Congresos del Partido y estimulado con un auto; pero para Domingo el mayor reconocimiento fue el haber estado junto a Fidel varias veces.

También era amante de la pelota, por eso no se perdía un juego en el estadio Julio Antonio Mella, se alegraba cuando ganaban Los Leñadores y se molestaba cuando perdían, hablaba con orgullo de su hijo Ermidelio, y decía que de él había heredado la fuerza de su brazo, pero ahora llego a la conclusión que esa fuerza no provenía de su brazo, sino de su gran corazón.

A pocas horas de su partida, y acompañado por el recuerdo de sus compañeros, familiares y amigos, sirva este pasaje de su vida, como homenaje al hombre modesto y sobresaliente que supo enriquecer con su trabajo y trayectoria la historia de los azucareros cubanos.

/nre/

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