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Antonio Maceo y Che Guevara: pródiga coincidencia

Pocas veces el azar enlazó dos momentos en una coincidencia tan pródiga para las luchas cubanas de liberación. El primero, el 14 de junio de 1845, cuando nació Antonio Maceo y Grajales en la calurosa Santiago de Cuba; el segundo, un día similar en pleno invierno boreal argentino, en 1928, fecha en que llegó al mundo Ernesto Guevara de la Serna.

En aquella primavera cubana, nació uno de los pilares más fuertes de la familia Maceo y Grajales, la cual pocos días después del alzamiento convocado por Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua –en 1868-, entró para siempre en la historia de Cuba al incorporarse a las guerras de independencia.

Del bravo oriente cubano, emergió un hombre fornido, con la piel bronceada como el trópico y la inmensa fuerza de su estirpe. En la manigua recibió –solo en la primera contienda- 26 impactos de bala.  Protestó en Baraguá, con todo el honor y fidelidad a los principios cuando muchos dimitieron, y volvió a la guerra necesaria como hijo de Mariana y servidor de su Patria.

Desde el inicio de la contienda, Maceo despuntó con gran capacidad política y militar que le permitió en poco tiempo convertirse en uno de los principales hombres del proceso independentista, no solo por sus numerosas acciones combativas, sino por su disciplina e intransigencia en los 28 años que consagró a la lucha.

Venía de una familia de leones. Refirieron quienes le conocieron que era de andar pausado, firme pensamiento, palabra de seda, energía constante, y en la mente, tanta fuerza como en el brazo. Solamente sintió herido su corazón cuando supo que terminó la guerra sin la independencia de Cuba.

En Rosario, Argentina, 83 años después, vino al mundo otro hombre extraordinario cuyo quehacer traspasó las fronteras del continente americano; quien se solidarizó con los humildes en los más inhóspitos parajes, en la fría pampa del sur, en la Sierra Maestra, la selva africana, los Andes bolivianos, quien luchó por los pobres con un heroísmo desbordado, su diario de campaña y sus libros para multiplicar el saber.

No podía ser otro que Ernesto Guevara de la Serna, Che, Comandante de la lucha guerrillera; presidente del Banco Nacional de Cuba, ministro de Industrias, cubano como el que más, rectitud y humor fino entremezclados; a quien Fidel calificó, el 14 de junio de 1980 al nombrar el hospital construido por la Revolución en La Tunas, como internacionalista, hombre íntegro, combatiente ejemplar, puro, profundo, intransigente, y médico de la tropa en los primeros momentos (…) hijo del pueblo argentino que arriesgó muchas veces su vida, y dio su vida por la liberación de este continente.

El paradigma de internacionalismo, perseverancia, carácter y fortaleza, se impregnó en generaciones progresistas, en sus anhelos y esperanzas, en su actitud ante los más necesitados. Así, andan las brigadas médicas cubanas,  enfrentando la enfermedad y la muerte en lejanas y diversas naciones.

Afortunada la historia por estos hombres.

/mdn/

 

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