Entre mis primeras alegrías infantiles recuerdo la emoción de ir a echarle flores a Camilo, cada año. Aún no cursaba mis estudios primarios y exigía a mi mamá llevarme a homenajear al héroe, que entre todos sus atributos lucía como mejor vestuario su amplia sonrisa.
Una modesta escuelita rural acogió mis primeros pasos y aunque su nombre es José Martí, distinguía su entrada un enorme retrato del hombre del sombrero alón, el de la anécdota de “contra Fidel ni en la pelota”, para ilustrarnos cuán grande en nuestra historia.
El más brillante de todos los guerrilleros, siempre presente en la Revolución y en el pueblo. Hoy #Cuba le rinde honores y nuestro mar se cubre de flores por Camilo. #SomosCuba #SomosContinuidad https://t.co/qS2nepcRX1 Via @Granma_Digital
— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) October 28, 2019
Los años pasan, ciertamente, pero cuando se ha escrito una impronta así, el pecho se llena de flores para rendir tributo a hombres como Camilo Cienfuegos, cubano a todas, gigante, luchador, carismático, barbudo.
Entonces las flores se vuelven homenaje y reclamo, cuando el inmenso mar, en su espléndida belleza nos robó al muchacho que ya había vencido mil batallas para iluminarnos el camino.
Octubre se llena de dolor, de recordación, pero sobre todo de amor, cuando la felicidad de los pioneros inunda calles para llevarle al mar flores, y recordarle que ni ese inmenso egoísmo de arrebatárnoslo borrará jamás a Camilo del corazón de los cubanos.
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