Las Tunas-. Este es un país de homenajes sentidos y espontáneos. Estamos repletos de la honestidad campechana que se suelta en una esquina, lo mismo ante el dolor, el amor y la muerte que ante las cosas más sencillas y tercas.
Por eso no debe sorprender a nadie que en las calles de esta pequeña comarca del oriente cubano solo se hable de Juan Formell; un hombre todo pueblo del que se ha dicho y redicho ante la certeza de su deceso y que deja, nadie lo dude, un legado musical y humano que trascenderá a varias generaciones de los vanvaneros de hoy.
Sin embargo, volviendo al principio, este es un país de homenajes sentidos y espontáneos; y damos una prueba más de eso también en este pequeño lugar que Juan Formell visitó, por última vez, hace ya cuatro años, cuando lo hicimos Huésped Ilustre de Las Tunas.
Ejemplos hay muchos, pero a mí me llenó de orgullo el de un grupo de adolescentes de esta ciudad que se armó anoche de latas, palos y cuanta cosa se les antojó escandalosa y feliz para hacer un intento de conga pueblerina y salió a la calle.
Recorrieron , cantando temas de Formell, toda la arteria Cucalambé de esta ciudad y más de un vecino se sumó coreando, sonriendo, agradeciendo ese homenaje sincero de los más jóvenes al hombre que ha hecho bailar a los cubanos sin aspavientos y con inteligencia.
Otros rumiaron en casa sus nostalgias de otra manera; mi amigo Pancho Zamora, por ejemplo, me dijo que escuchó música de Van Van todo el día de ayer y mi mamá husmeaba y husmeaba noticias para ver “si el homenaje de La Habana ante sus cenizas quedaba tan bonito como debía ser”.
Hoy hay fiesta, música y algarabía en plazas y parques de Cuba. Murió Juan Formelll, es cierto, pero nos quedan, por suerte, el paso del buey cansao, la sandunguera y los muchos acordes de la maquinaria que es Van Van, para publicar en la prensa.
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