Esther de la Cruz Castillejo
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Las Tunas-. El sitio digital Cubaperiodistas reproduce una suerte de testimonio en la distancia que ofreció Gerardo Hernández, a través de Adriana, en el que recuerda su primera juventud; y yo no puedo leerlo sin escribir de él unas pocas líneas.
Y es que escuchar tantas memorias sencillas de un hombre condenado a dos cadenas perpetuas que ya lleva además 16 años preso, la mayoría, en una cárcel de máxima seguridad, me hacen sentir orgullo y mucho respeto.
Por eso, mientras leía de sus domingos de trabajo (in) voluntario con su papá, de las fiestecitas de los sábados en casa de alguien, a veces ni se sabía bien de quién y de Arroyo Naranjo, “su mundo”, confirmé la opinión de que ninguno de ellos ha perdido tanto en estos años como ese hombre jocoso, cubanísimo y de mirada bonachona que habla de la vida y del amor como si fueran solo suyos.
Y que conste que no creo, ni remotamente, que Fernando, René, Tony y Ramón la han tenido fácil, ni que es menos triste la nostalgia de sus hijos y la experiencia de sus vidas; pero Gerardo, solo Gerardo, perdió a su madre en este tiempo sin poder aún poner una flor en su sepultura, solo él tiene una condena perpetua y ha tenido que hallarse imaginando el rostro de su esposa, sin una foto siquiera juntos, con la que mitigar tantos anhelos.
¿De dónde viene la certeza entonces para, en medio de todo, trasmitir tanta energía, tanto optimismo? Se le escucha hablar con la fuerza del que se sabe vencedor, del que se siente parte , del hombre grande al que no le han podido robar su historia y sus memorias, del que tiene un mañana allí, al doblar de la esquina, esperando.
Cuesta creer que tanta saña no le dañe la estirpe a un ser humano y yo creo que eso es justamente lo que no pueden perdonarle a Gerardo y a sus hermanos de lucha.
Los Cinco NO hablan como héroes, quizás han estado demasiado ocupados tratando de sobrevivir a la prueba difícil que desde el monstruo y sus entrañas les ha puesto la vida; o tal vez sea que tanta solidaridad pesa y, aunque la de ellos NO parece haber llegado aún a los oídos receptivos que necesita la libertad, sí ha traspasado muros, puertas, rejas, silencios… para acompañarles.
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