Carlos Tamayo Rodríguez*
uneactun@uneac.co.cu
Al participar en el actual debate sobre la masividad de la cultura, Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, ha aportado la conceptualización antropológica sobre los procesos artísticos. Citaré un fragmento de su texto Al pueblo lo que es del pueblo y luego enfocaré su conclusión acerca del danzón, Baile Nacional cubano, desde otro punto de vista:
Es necesario crear un aparato crítico para el discernimiento de este concepto tan confuso y engañoso que es cultura y para ello se requiere un abordaje con visión antropológica. Cultura no es todo ni casi todo; es solo lo que nos ennoblece y nos abre el horizonte intelectual y sensitivo. Lo mejor de la creación del hombre, lo que a diario se expresa en la experimentación y el cambio. La cultura como la identidad no es materia fósil, es algo que se renueva y se transforma en constante contradicción y creatividad. Lo que ayer tuvo vigencia hoy podría no tenerla. Un ejemplo sencillo, es el género del danzón que ayer fue nuestro baile nacional y ya no lo es […]¹
“La Isla de la música” ¿ya no tiene baile nacional? Qué contradicción. Isla de todas las músicas: sinfónica, electroacústica, folclórica, popular tradicional… Isla del canto lírico y de sones para el alma divertir. La popular bailable es la que indiscriminadamente difunden más.
Se supone que el Baile Nacional lo danza la mayoría del pueblo residente en la Isla, no la totalidad de sus habitantes. Paulatinamente el danzón dejó de bailarlo esa mayoría: he ahí la consecuencia de la formulación expresada por Barnet.
Desde el basamento antropológico el proceso cultural tiene en su devenir el nacimiento, el desarrollo, la desaparición o la transformación, como le ocurre a una persona natural, porque son la mujer y el hombre quienes crean la cultura artística y literaria. Pero las personas jurídicas participan en la certificación de lo que desaparece.
Cuando fueron cerrados tantos salones de baile, los padres y las madres ya no llevaban a sus hijos a verlos e imitarlos mientras danzaban; cuando las discotecas durante años han sido —y son— el espacio predominante para la diversión de la juventud (allí no actuaban artistas en vivo, la música que más ¿suena? es la extranjera, no siempre de buena calidad); cuando las orquestas sacan de sus repertorios el danzón (si no se ejecuta no se puede bailar); cuando los autores y compositores no encuentran a muchos directores interesados en montar danzones, también los creadores y los intérpretes forman parte del problema que repercute en la pérdida de la identidad cubana. Actualmente se componen danzones con sonoridad contemporánea que deberían tener la misma difusión que han encontrado el hip hop, el rap y el reguetón.
En las casas de cultura municipales los instructores de arte les enseñan a niñas y niños el baile nacional; personas de la tercera edad fundan clubes del danzón; algunos directores de programas lo mantienen cual “melodía de antaño”, en tanto otros, como Aurelio Rodríguez Valdés (Yeyo, lamentablemente fallecido) lo difundía cada sábado a las 12:15 p.m. en su célebre Felicidades, por Radio Rebelde, y ahora se escucha a las 7:00 de la noche, dirigido por Astrid Cúnigan. Eduardo Rosillo, antes en la discoteca de Radio Progreso y ahora en el Domingo con Rosillo también lo fija en el éter sobre Cuba y numerosos países. José Ramón Artigas, director del clásico De la gran escena, salva esta ¿rara avis? en la televisión y espectáculos.
El doctor. José Loyola Fernández preside el Comité Organizador del Festival Danzón Habana, de la UNEAC, evento que se proyecta hacia el ámbito internacional, objetivo que también alienta a Pablo Diez Córdova, presidente de la Comisión Organizadora del Festival de Música Popular Barbarito Diez, con sede anual en Manatí, Las Tunas, provincia cuyo Centro de la Música atesora el nombre del gran cantante cubano y conmemora su natalicio. En este territorio tienen lugar espectáculos que han concebido Raúl de la Rosa, José Chelala, Juan Manuel Herrera… en los cuales está presente el danzón; se realizan el baile de honor, competencias de parejas de niños, jóvenes y adultos; retretas de bandas de concierto y un evento teórico, entre otras actividades.
Más personalidades e instituciones promotoras del danzón pudieran sumarse, y entre ellas destacarían los de la “cuna del danzón”: Matanzas, provincia natal de Barbarito Diez (Bolondrón, 4-12-1909 — La Habana, 6-5-1995) con Ildefonso Acosta como fundador, junto al cienfueguero Loyola y otros, del Cuba Danzón. En Santiago de Cuba se escuchan y bailan los danzones de siempre interpretados por la orquesta Chepín-Chovén, y en diversas regiones, con atención en Mayabeque.
Caridad Rodríguez Cervantes, presidenta nacional de los clubes “Amigos del danzón”, me informa que en la actualidad 40 llevan el nombre de Barbarito Diez, de los 136 existentes, con 40 000 miembros, institución que ha cumplido 32 años de labor promocional y encuentra expresión en el Cuba Danzón (Matanzas), los eventos de Mujeres danzoneras, efectuados en varias provincias, actividades teóricas sobre el baile nacional, sobre el buen vestir y otros temas de valor patrimonial.
En Veracruz y otros estados de México existen escuelas para la enseñanza del danzón; los interesados en aprender a bailarlo pagan con sus ingresos personales hasta perfeccionarlo.
Esa es la cultura de la resistencia en la dialéctica de las tradiciones: lo nuevo niega lo viejo, pero lo viejo se resiste a ser negado, como bien dijo Lenin.
Ambrosio Fornet ha dicho “[…] que en Cuba, desde Saco hasta nuestros días, toda reflexión sobre la identidad ha de entenderse en el marco más amplio de las relaciones con los Estados Unidos, pues ser cubano es entre otras cosas, la forma más radical de no ser norteamericano que se halla por estas tierras”.²
En los Estados Unidos de Norteamérica diseñaron el Carril 2 de la Ley Torricelli, que tiene, entre sus objetivos falaces, lograr la transculturación paulatina del pueblo cubano. Tenemos que rescatar cuanto se haya perdido de la identidad nacional y crearles condiciones para su desarrollo a las nuevas manifestaciones culturales. ¿Cuál será el baile nacional de Cuba en el siglo XXI?
NOTAS
¹En La difusión masiva de la cultura. La Habana, Ediciones Unión 2000, p. 21.
² “El (otro) discurso de la identidad”, en La Gaceta de Cuba, Año 34,
No. 5, La Habana, septiembre-octubre, 1996, p. 16.
*El autor es escritor e investigador, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en la provincia de Las Tunas